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 Nibiru ya forma parte del imaginario popular. Algunos creen que es un nombre salido de una película de ciencia ficción y otros creen que lo inventó un loco. Lo cierto es que muy pocas personas se han aproximado al trabajo de Zecharia Sitchin sobre el planeta Nibiru con seriedad, y desde la neutralidad que otorga el respeto. Sitchin plantea que, hace miles de años,  los dioses Anunnaki, mencionados en las tablillas sumerias, llegaron a la Tierra desde otro planeta. Crearon a los humanos y convivieron con ellos transmitiéndoles su conocimiento. En este link puede encontrar algunas de las evidencias que apoyan esta teoría. Las preguntas que trataremos de responder en este, inusualmente extenso, artículo son: ¿sobre que bases elaboró Sitchin la teoría de la existencia de Nibiru? ¿sobre que cálculos estableció su gigantesca órbita? ¿existen otras teorías sobre un planeta escondido en los confines del Sistema Solar? El famoso cilindro-sello VA-243 (que podemos apreciar al inicio de este artículo y que revisaremos al final) no fue, como muchos creen, el punto de partida de la investigación de Zecharia Sitchin sobre Nibiru. En todo caso, Sitchin interpretó el cilindro-sello VA-243 apoyándose en otras evidencias. Si bien algunos estudiosos de la cultura sumeria interpretan de manera diferente la iconografía de esta tablilla. Hasta ahora, no hay ninguna interpretación definitiva. Todas, incluyendo la de Sitchin sobre la referencia a Nibiru, son hipótesis.


¿Sobre que bases elaboró Sitchin la teoría de la existencia de Nibiru?

Sitchin empieza la búsqueda del planeta Nibiru, del que habrían venido los Anunnaki, en los textos de las tablillas sumerias. Dentro de la visión de Sitchin, estos relatos sumerios suponen documentos científicos e históricos que narran la vida y obra de estos seres mientras vivieron entre los humanos y nos entregan indicios sobre el planeta Nibiru. Cabe aclarar que en este punto de su investigación, Sitchin aún no había deducido que el nombre del planeta de los Anunnaki era Nibiru, sin embargo, para facilitar la comprensión del texto usaremos la palabra Nibiru para referirnos a este planeta. Algunos pasajes, como el siguiente indican que los Anunnaki eran capaces de ir y volver del planeta Nibiru, mencionado en algunos textos como la morada celestial de Anu, líder de los Anunnaki. “(Enki) le hizo tomar (a Adapa) el camino hacia el cielo, y hacia el cielo se elevó. Cuando él había ascendido al cielo y se había acercado a la puerta de Anu…” (Extracto del mito de Adapa citado por James Pritchard en “Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament”. Princeton University Press. 1969.) Sitchin, de acuerdo con su teoría, identifica la “puerta de Anu en los cielos” como el planeta Nibiru de los Anunnaki. En otros textos, Sitchin encuentra referencias de viajes realizados por Anu desde Nibiru hacia la Tierra, y de varios viajes realizados por Enlil e Ishtar desde la Tierra hacia Nibiru. Sitchin deduce que si los Anunnaki fueron capaces de realizar varios viajes entre la Tierra y Nibiru, este no debería estar demasiado lejos del Sistema Solar. A partir de este detalle, Sitchin empieza a buscar textos o  representaciones artísticas que puedan encaminarlo en la búsqueda de Nibiru. Su primer hallazgo significativo es la representación (en la imagen de abajo) de la deidad sumeria Inanna, que extiende sus rayos a once cuerpos celestes que flotan en formación circular alrededor de ella. Inanna era representada de varias maneras, una de ellas es esta que podría hacer alusión a su título de “Dama de los Cielos”, en la que aparece rodeada de cuerpos celestes. Para Sitchin, podría ser también la representación de un Sol, alrededor del cual orbitan 11 planetas.  Quizás, uno de esos planetas podría ser Nibiru. Sitchin lleva su hipótesis al límite de lo razonable, aunque hay que precisar, que no existe ningún consenso sobre el significado de las estrellas que rodean a la deidad.
 

Sitchin se pregunta, si fuera cierto que esta representación de Inanna es también una representación del Sistema Solar ¿por qué los sumerios contaban a 11 planetas? ¿estaba Nibiru entre estos once planetas? Antes de continuar, Sitchin decide indagar sobre el nivel de conocimiento astronómico de los sumerios, y para eso, nos presenta su visión del desarrollo de la astronomía. Para él, Nicolás Copérnico tomó de los astrónomos griegos la teoría de que la Tierra giraba alrededor del Sol. Sitchin nos pone dos ejemplos: El astrónomo griego Aristarco de Samos(310-230 a.C.) sostenía, en el siglo III a.C., que los desplazamientos de los planetas eran más comprensibles si se ponía al Sol en el centro del sistema. El astronomo, matematico y geografo griego Hiparco de Nicea (190-120 a.C.), en el siglo II a.C, descubrió el fenómeno de precesión de los equinoccios, un fenómeno que sólo se puede explicar si uno considera que la Tierra es una esfera y no una superficie plana, como se creía hasta el siglo XV. Siguiendo con la búsqueda de Nibiru, Sitchin sostiene que astrónomos como Hiparco, quien había vivido en Asia Menor, sabían que la Tierra era una esfera pues habían recibido el conocimientos de fuentes mesopotámicas. Para probar su hipótesis, Sitchin nos cuenta:  “El mismo Hiparco confirmó en sus escritos que sus estudios se basaron en un conocimiento acumulado y verificado durante milenios. Y nombró a sus mentores, «los astrónomos babilonios de Erek, Borsippa y Babilonia». Gemino de Rodas indicó a los «caldeos» (los antiguos babilonios) como los descubridores de los movimientos exactos de la Luna. El historiador Diodoro Sículo, en el siglo i a.C, confirmó la exactitud de la astronomía mesopotámica, y afirmó que «los caldeos dieron nombre a los planetas… en el centro de su sistema estaba el Sol, la luz más grande, del cual los planetas eran ‘descendientes’, reflejando la posición y el brillo del Sol»” Según Sitchin, los astrónomos sumerios fueron los primeros en descubrir que la Tierra giraba alrededor del Sol.

Pero, ¿qué evidencias tenemos sobre el avanzado conocimiento astronómico de los sumerios? ¿los astrónomos sumerios conocían a Nibiru? Sitchin nos pone algunos ejemplos: El profesor Alfred Jeremías descubrió que los astrónomos mesopotámicos conocían el fenómeno de la retrogradación, el curso errático y serpentino que parecen tener los planetas cuando son observados desde la Tierra. Un texto clasificado como el AO.6478, presenta una lista de 26 estrellas visibles a lo largo de una línea, que sería lo que hoy llamamos el Trópico de Cáncer, y precisa las distancias entre las estrellas, medidas de tres formas diferentes. El profesor H. V. Hilprecht de la Universidad de Pensilvania, analizó varias tablillas sumerias que contenían operaciones matemáticas, y encontró que todas se basaban en el numero 12’960,000. Su análisis concluyó que este numero estaba relacionado con el Gran Año zodiacal de 25,920 años terrestres, lo que significaba que los sumerios conocían bien el fenómeno de precesión. El profesor George Sarton descubrió que las posiciones de los cuerpos celestes se calculaban con dos métodos: uno tardío, utilizado en Babilonia; y uno más antiguo, utilizado en Uruk. Lo inesperado de su descubrimiento es que el método más antiguo, el de Uruk, era más preciso y sofisticado que el tardío. Para Zecharia Sitchin, no queda duda de que los sumerios tenían un nivel de conocimiento astronómico muy avanzado para su época, y hasta para la nuestra. Los sumerios, deberían haber conocido la existencia del planeta Nibiru.

Nibiru y los sumerios

 Regresemos a Nibiru. Luego de encontrar representaciones artísticas que podrían representar un Sistema Solar con 12 planetas y comprobar el nivel de conocimientos astronómicos de los sumerios, Sitchin nos refiere al termino sumerio “mul”.  Según sus investigaciones, los sumerios se referían a todos los planetas, estrellas o constelaciones, indistintamente, como “mul” (lo que brilla en las alturas). El problema aparece cuando en algunos textos se encuentra el termino “mulmul”. Los estudiosos de la cultura sumeria sostienen que “mulmul” debe ser traducido como “estrellas’ o, más específicamente como las “pléyades”. Pero, el investigador Franz Kugler sostuvo que el termino no podía ser traducido como “pléyades” pues en algunos textos se afirmaba que “mulmul” incluía a los planetas, al Sol y a la Luna. Kugler encontró, además, que en algunos textos aparecía el termino ‘mulmul ul-shu 12”, es decir “mulmul es un grupo de doce”. Sitchin, entonces, propone que “mulmul” es el termino que los sumerios habrían usado para referirse al Sistema Solar utilizando la repetición (MUL.MUL) para indicar el grupo como una totalidad. Para reforzar su teoría cita una traducción de Charles Virolleaud. Este investigador tradujo el texto mesopotámico clasificado como K3558, que describe a los miembros del grupo “mulmul”: “El número de sus cuerpos celestes es doce. Las estaciones de sus cuerpos celestes doce. Los meses completos de la Luna es doce.” Sitchin nos presenta otro texto que apoya su teoría. Ernst Weidner encontró que, algunos textos sumerios como la llamada tablilla TE se referían al “camino del Sol” de la siguiente manera: “naphar 12 shere-mesh ha.la sha kakkab.lu sha Sin u Shamash ina libbi ittiqu”  Weidner tradujo la inscripción anterior como: “todo en todo, 12 miembros adonde la Luna y el Sol pertenecen, donde orbitan los planetas”.

Para Sitchin, los textos mencionados confirman que los sumerios contaban a 12 cuerpos celestes en el Sistema Solar, incluyendo al Sol y a la Luna. Si en la actualidad sólo contamos “oficialmente” a 8 planetas en el Sistema Solar (Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno) ¿cómo llegaron los sumerios y los Anunnaki a contar doce cuerpos celestes en el Sistema Solar? ¿estaba Nibiru entre esos doce cuerpos celestes? Si incluimos al Sol y a la Luna, como Sitchin sostiene que hacían los sumerios instruidos por los Anunnaki, llegaríamos a 10. Pero aún nos faltan dos. Sitchin propone que uno de esos planetas es Plutón y el otro es Nibiru, el planeta de los Anunnaki. Revisemos el caso.

Nibiru, Plutón y los planetas enanos

 Plutón es un planeta de menor tamaño cuya órbita lo mantiene en la parte exterior del Sistema Solar, más allá de Neptuno. Su orbita está inclinada 17 grados sobre la orbita de los 8 planetas “oficiales” del Sistema Solar (plano que se denomina la “eclíptica”). Esa inclinación de 17 grados y su posición en los limites del Sistema Solar fue lo que hizo que Plutón pasara desapercibido por miles de años, hasta ser descubierto en 1930. Hoy en día, Plutón es considerado un planeta enano (ya no es parte de los planetas”oficiales” del Sistema Solar)  y no es el único de su especie. El planeta enano de mayor tamaño es Eris, luego le sigue Plutón, Makemake, Haumea y el asteroide Ceres. Algunos investigadores se preguntan ¿por qué los sumerios conocían precisamente a Plutón y no a cualquier otro de estos planetas enanos? ¿por qué no afirmar que los dos planetas faltantes de la teoría de Sitchin eran dos planetas enanos que habían sido observados por los Anunnaki? ¿por que tendría que ser Nibiru uno de esos dos planetas faltantes? Lo más probable es que Sitchin tenga razón, y Plutón haya sido el único planeta enano considerado por los Anunnaki y los sumerios como parte importante del Sistema Solar. La explicación podría estar en las orbitas de Eris, MakeMake y Haumea, que tienen 30 grados o más de inclinación sobre la eclíptica dificultando, extremamente, su detección y/o observación. Por algo, estos 3 planetas enanos han sido descubiertos en los últimos 10 años.
¿Ceres podría haber sido considerado por los sumerios como otro planeta?  Su órbita sólo tiene una inclinación de 10 grados sobre la eclíptica (lo que lo hace más fácil de ubicar, por algo se descubrió en 1801) y se encuentra en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter. Sin embargo, con un diámetro que es poco más de un tercio que el de Plutón, Ceres podría haber pasado desapercibido para los sumerios y/o los Anunnaki. Es decir, existe la posibilidad de que los sumerios hayan observado a los 8 planetas “oficiales” y a Plutón, porque el ángulo de la órbita del último no se aleja demasiado del ángulo de las órbitas de los otros 8 planetas “oficiales” de nuestro Sistema Solar, como si lo hacen los otros planetas enanos descubiertos en los últimos 10 años. Sitchin, entonces, identifica a los 12 planetas que representaban y a los que se referían los sumerios en sus textos como: los 8 planetas oficiales, el Sol, la Luna, Plutón y Nibiru, al cual a modo de identificación denomina como el 12avo planeta.

Nibiru, el 12avo planeta, y el sello VA243

El complicado rompecabezas que Sitchin ha tenido que armar para plantear la teoría del planeta Nibiru va tomando forma, pero aún faltan muchos detalles. Revisemos el famoso cilindro-sello VA243 (que podemos apreciar abajo). Sitchin propone que la disposición y tamaño de los círculos que aparecen en el cilindro-sello VA243 (de aparente origen acadio), guardan una relación con las posiciones y dimensiones de los planetas de nuestro Sistema Solar y nos indica la posición del planeta Nibiru.

El único error de Sitchin es que, en su afán de probar que estos círculos representan a los planetas del Sistema Solar, no contempla la posibilidad más adecuada. Según Sitchin la Tierra es el circulo identificado como número 6. Nosotros proponemos, como se aprecia en la ilustración, que la Tierra es el circulo identificado con el número 9. Comenzando desde el punto que esta más abajo y siguiendo por izquierda tenemos 1. Urano, 2. Saturno, 3. Jupiter, 4. Nibiru, 5. Marte, 6.Mercurio, 7.Pluton, 8. Luna, 9. Tierra, 10. Venus, 11. Neptuno. 12, Sol. De esta manera, la Luna (8) esta más cerca de la Tierra (9), Plutón(7) es el más alejado del Sol, y Mercurio (6) es más pequeño que la Tierra. Es cierto que, inclusive en este caso, Venus aparece representado más grande que la Tierra, pero no olvidemos que estamos tratando con representaciones artísticas de más de 4,000 años de antigüedad. Para Sitchin, el planeta identificado con el número 4, es el planeta Nibiru, el planeta de origen de los Anunnaki. Veamos si el símbolo central, realmente, puede ser un Sol. Según Jeremy Black y Anthony Green en su trabajo “Dioses, Símbolos y Demonios de la Antigua Mesopotamia”, el símbolo del dios Sol Utu o Shamash es una estrella de 4 puntas dentro de un disco, con 3 líneas ondulantes saliendo de cada una de las intersecciones de las líneas que forman las puntas de la estrella (ver imagen arriba). El símbolo central que Sitchin denomina como el Sol es una estrella de 6 puntas, no tiene ninguna línea ondulante, y no está dentro de un disco. Por consiguiente, no puede ser Shamash. Tampoco puede ser Ishtar pues según el mismo estudio citado más atrás, el símbolo de esta deidad es una estrella de 8 puntas dentro de un disco. Tampoco es una estrella, pues normalmente se representaban con 8 puntas.
Según Jeremy Black y Anthony Green las estrellas de 6 puntas, como el signo que Sitchin identifica como el Sol, no tienen un significado conocido: “El motivo de una estrella de 6 puntas ocurre durante el mismo periodo (neo-asirio) pero es de significado desconocido.”  ¿Podríamos estar ante un representación del Sistema Solar, como un todo, y no exclusivamente del Sol? en otras palabras, ¿podría ser esta una representación del Sistema Solar al que, según Sitchin, los sumerios llamaban “mulmul”? La investigadora Van Buren sostiene que los círculos y el símbolo central del VA243 no son más que una representación de las pléyades, el que algunos estudiosos de la cultura sumeria llaman “mulmul”, pero la representación artística guarda muchas mas similitudes con el Sistema Solar que con las pléyades. Además, como hemos visto antes, Franz Kugler demostró que traducir “mulmul” como pléyades no era correcto pues habían varios textos que incluían al Sol y a la Luna dentro del “mulmul”. Como ya sabemos, las hipótesis de Sitchin pueden pecar de audaces, pero tienen fundamentos lo suficientemente sólidos como para no descartarlas “a priori”. Aún quedan algunas interrogantes, en la próxima entrega analizaremos como fue que Nibiru estuvo involucrado en la formación del planeta Tierra.

 

Nibiru I: El origen

 

Nibiru II: El Enuma Elish

Nibiru, según las teorías de Zecharia Sitchin, es el nombre del planeta de los Anunnaki, una raza de extraterrestres que llegó a la Tierra hace miles de años y vivió entre los humanos. Su presencia fue registrada en varias tablillas de arcilla y sellos cilíndricos utilizados por la civilización sumeria. En la entrega anterior de esta serie revisamos los indicios que llevaron a  Zecharia Sitchin a sostener que la civilización sumeria conocía un planeta que se oculta más allá de los confines del Sistema Solar, el planeta Nibiru.  En esta entrega, veremos el origen del nombre Nibiru y explicaremos como Sitchin interpreta el épico relato babilónico del “Enuma Elish” y lo convierte en la narración del primer cruce entre Nibiru y los planetas del Sistema Solar.

Nibiru y  El Enuma Elish

El Enuma Elish es un relato de origen babilónico que narra la creación del mundo. El héroe de la historia es el dios Marduk, quien derrotó al monstruo Tiamat. Según la historia convencional, el Enuma Elish es un relato mitológico que fue escrito para justificar el ascenso de Marduk a la posición suprema entre los dioses babilónicos. Sin embargo, para Zecharia Sitchin, el Enuma Elish es una detallada descripción científica que narra la formación del Sistema Solar y sobretodo, la primera catastrófica entrada del misterioso planeta Nibiru en el Sistema Solar. Sitchin no es el único investigador que sostiene que el Enuma Elish narra una colisión estelar.  En 1902, el estudioso de la civilización sumeria Leonard William King, sostuvo que los dioses y monstruos del relato representaban componentes astronómicos. En su interpretación, Tiamat representa una estrella o constelación y Marduk representa al planeta Júpiter. El historiador de la universidad de Cambridge D.S. Allan y el geólogo de la Universidad de Oxford, J.B. Delair realizaron una exhaustiva investigación multidisciplinaria, presentada en su libro “Cataclismo”. En este trabajo los investigadores sostienen también que el Enuma Elish narra una gran colisión en nuestro Sistema Solar que tuvo consecuencias catastróficas para la Tierra, aunque ellos la sitúan más cerca en el tiempo. Margen de las diferencias entre la teoría de Sitchin, la de Leonard King, y la de Allan y Delair, la idea central es la misma: el Enuma Elish narra una colisión estelar y no es una simple justificación para la ascensión del dios Marduk. La versión más antigua que conocemos del Enuma Elish se encuentra escrita en unas tablillas de barro (datadas hacia el 650 a.C.) encontradas en la Biblioteca de Nínive. Esta narración que tiene como héroe al dios Marduk es, para Sitchin, una versión tardía de un relato original sumerio que tendría a los Anunnaki Anu, Enlil y Ninurta como héroes principales. Sitchin sostiene que fueron los Anunnaki quienes transmitieron el relato del Enuma Elish a los sumerios hace miles de años. Posteriormente, en Babilonia, se modificó a los personajes de la historia para incluir al dios Marduk como el héroe principal. Antes de analizar algunos fragmentos del relato, es necesario conocer la relación que Sitchin establece entre los nombres de los planetas del Sistema Solar y los personajes de la epopeya babilónica pues eso nos ayudará a entender mejor sus conclusiones.
 

Nibiru y los personajes del Enuma Elish

En la primera columna de la izquierda de la siguiente tabla hemos puesto los nombres de los dioses del relato, en la segunda columna de la izquierda está la traducción que hace Sitchin del nombre de estos dioses, en la tercera tenemos el planeta del Sistema Solar que Sitchin identifica con cada dios, y en la última columna tenemos el planeta que Allan y Delair identifican con cada dios.

Veamos como empieza el Enuma Elish. “Cuando, en las alturas, el Cielo no había recibido nombre, y abajo, el suelo firme [la Tierra] no había sido llamado; nada, salvo el primordial APSU, su Engendrador, MUMMU y TIAMAT -la que les dio a luz a todos; sus aguas se entremezclaron. Ninguna caña se había formado aún, ni tierra pantanosa había aparecido. Ninguno de los dioses había sido traído al ser aún, nadie llevaba un nombre, sus destinos eran inciertos; fue entonces cuando se formaron los dioses en medio de ellos.” (Extracto del Enuma Elish) Sitchin interpreta el fragmento anterior del Enuma Elish de la siguiente manera: “En la inmensidad del espacio, los «dioses» -los planetas- estaban aún por aparecer, por ser nombrados, por tener sus «destinos» -sus órbitas- fijados. Sólo existían tres cuerpos: «el primordial AP.SU» (Sol), MUM.MU (Mercurio) y TIAMAT (El planeta desconocido). Las «aguas» de Apsu y Tiamat se mezclaron, y el texto aclara que no se refiere a las aguas en las que crecen las cañas, sino más bien a las aguas primordiales, los elementos básicos generadores de vida del universo. Apsu, por tanto, es el Sol, «el que existe desde el principio». El más cercano a él es Mummu. El relato deja claro más adelante que Mummu era el ayudante de confianza y emisario de Apsu: una buena descripción de Mercurio, el pequeño planeta que gira con rapidez alrededor de su gigante señor. De hecho, ésta era la idea que los antiguos griegos y romanos tenían del dios-planeta Mercurio: el rápido mensajero de los dioses.” El texto inicial del Enuma Elish es, para la mayoría de historiadores convencionales, un relato mitológico del inicio de los tiempos. En cambio, para Sitchin, se trata de la historia del nacimiento de nuestro Sistema Solar.
 

“Antes de que (Lahmu y Lahamu) hubieran crecido en edad y en estatura hasta el tamaño señalado, el dios ANSHAR y el dios KISHAR fueron formados, sobrepasándoles [en tamaño]. Cuando se alargaron los días y se multiplicaron los años, el dios ANU se convirtió en su hijo -de sus antepasados un rival. Entonces, el primogénito de Anshar, Anu, como su igual y a su imagen engendró a NUDIMMUD.” (Extracto del Enuma Elish) El texto anterior explica, según Sitchin, que mientras Marte y Venus (Lahmu y Lahamu) crecían en tamaño, un proceso que pudo tomar miles de años,  y alcanzaban las dimensiones que conocemos en la actualidad, aparecieron dos planetas más: Júpiter y Saturno. La frase “se alargaron los días y se multiplicaron los años” representa, según Sitchin, los largos periodos de tiempo que pasaron durante la formación de los planetas de nuestro Sistema Solar.  El texto también relata que Anu, identificado como Urano, engendró como su igual y a su imagen a Nudimmud, que Sitchin identifica como el planeta Neptuno. No es difícil darse cuenta que el planeta Urano y el planeta Neptuno son bastante similares en tamaño y posición dentro del Sistema Solar. El Enuma Elish continúa con la aparición de los dioses restantes y Sitchin va identificando a cada uno con un planeta, de acuerdo a la tabla que tenemos más arriba. Aún no aparecen la Tierra, la Luna y Nibiru.  Según las teorías de Zecharia Sitchin, los dos primeros se formarían a causa de una gran colisión y el último vendría de los confines del Sistema Solar.

La llegada de Nibiru

Más adelante, el Enuma Elish nos explica que el misterioso, y ahora desaparecido, planeta Tiamat (que según Sitchin era más grande que Venus) perturbaba el orden de la recién creada familia del Sistema Solar. “Los hermanos divinos se agruparon; perturbaban a Tiamat con sus avances y retiradas. Alteraban el «vientre» de Tiamat con sus cabriolas en las moradas del cielo. Apsu no podía rebajar el clamor de ellos; Tiamat había enmudecido con sus maneras. Sus actos eran detestables… molestas eran sus maneras.” (Extracto del Enuma Elish) Sitchin traduce el párrafo anterior en términos astronómicos: los “avances y retiradas” de los planetas son una referencia a sus órbitas erráticas, “se agruparon” significa que sus órbitas los estaban poniendo en peligro de colisionar unos contra otros,  “alteraban el vientre de Tiamat” significa que estaban interfiriendo en la órbita del planeta Tiamat, y “Apsu no podía rebajar el clamor de ellos” significa que la fuerza de gravedad que el Sol ejerce en los planetas no era suficiente para contrarrestar esta caótica situación

épico relato babilónico continúa narrándonos cómo el planeta Neptuno (el más alejado del Sol) atrajo a un nuevo invitado al Sistema Solar: el planeta Marduk, que Sitchin luego identificaría como Nibiru. Este nuevo cuerpo celeste llegó desde las profundidades del espacio exterior. Según Sitchin, Nibiru tiene un tamaño similar al de Saturno, y en ese entonces, era un planeta joven que aún emitía radiaciones y causaba estragos en su recorrido. Zecharia Sitchin nos explica como fue la entrada de Nibiru en el Sistema Solar. “El orden del tránsito -primero por Neptuno, después por Urano-indica que Marduk (Nibiru) estaba entrando en el Sistema Solar no en la dirección orbital del sistema (en sentido contrario a las manecillas del reloj), sino en dirección opuesta, en el sentido de las manecillas del reloj. Siguiendo el nuevo sendero, el recién llegado no tardó en verse atrapado por las inmensas fuerzas gravitatorias y magnéticas del gigante Anshar/Saturno y, luego, de Kishar/Júpiter. Su sendero se curvó aún más hacia dentro, hacia el centro del Sistema Solar, hacia Tiamat.” Mientras que el Enuma Elish nos cuenta que los dioses habían decretado que el destino de Marduk era enfrentarse a Tiamat, Sitchin explica que el texto se refiere a como la órbita de Marduk/Nibiru se alteró y lo encaminó irremediablemente hacia el planeta Tiamat. La llegada de Nibiru causó problemas en la mayoría de planetas del Sistema Solar. Mientras Nibiru se acercaba a Tiamat, las fuerzas gravitatorias hicieron que de ambos cuerpos celestes se desprendieran grandes fragmentos que se convirtieron en satélites, volviendo la situación aún más caótica.
La colisión entre Nibiru y Tiamat

Nibiru chocó dos veces con Tiamat. En la primera colisión,  los satélites que se habían desprendido de Nibiru, a causa de las fuerzas gravitacionales de los planetas Saturno y Júpiter, protegieron al gran Nibiru e impactaron en el pequeño planeta Tiamat partiéndolo en dos.

Sitchin sostiene que como resultado de este primer enfrentamiento se crearon varios de los cometas que conocemos. “Lo más significativo es que, mientras que todos los planetas que conocemos circundan al Sol en la misma dirección (contraria a las manecillas del reloj), muchos cometas se mueven en sentido inverso. Los astrónomos no pueden decirnos cuál fue la fuerza o cuál fue el suceso que creó a los cometas y los arrojó a sus inusuales órbitas. Nuestra respuesta: Marduk/Nibiru barriendo en sentido inverso, en su propio plano orbital, despedazó, destruyó la hueste de satélites de Tiamat hasta convertirla en pequeños cometas, afectándoles con su campo gravitatorio…” Como resultado del primer choque, la parte superior de Tiamat se desprendió, se estrelló contra uno de los satélites sobrevivientes de Nibiru, y fue impulsada hacia la orbita que hoy tiene el planeta Tierra. Según esta teoría, la parte superior que se desprendió del planeta Tiamat es lo que hoy conocemos como el planeta Tierra. En algún momento después de que Nibiru completó su primera órbita alrededor del Sol, se produjo la segunda colisión. Esta vez, Nibiru despedazó la parte inferior de Tiamat. Los fragmentos de Tiamat, con el tiempo, se convertirían en lo que hoy conocemos como el cinturón de asteroides. El único satélite sobreviviente de Tiamat fue atraído por la fuerza gravitatoria del pedazo superior de Tiamat, que hoy conocemos como el planeta Tierra, y terminó convirtiéndose en la Luna.
Luego del triunfo de Marduk, el relato babilónico le cambia de nombre al héroe y lo empieza a llamar Nibiru. Zecharia Sitchin se basó en el siguiente párrafo para bautizar a su nuevo planeta como Nibiru.  “Nibiru resguardará el portal entre el cielo y la tierra; Aquellos que no pudieron cruzar por arriba o por abajo, deben siempre pedir su autorización. Nibiru es la estrella que brilla en el cielo.” (Extracto del Enuma Elish) Así es como Sitchin describe el nacimiento de la Tierra y la catastrófica primera entrada de Nibiru al Sistema Solar. Para la mayoría de astrónomos e historiadores, Marduk o Nibiru es el planeta Júpiter. Para otros, es la estrella Canopus o un cometa.  Según Zecharia Sitchin, Nibiru es el planeta de origen de los Anunnaki, quienes vinieron a la Tierra hace medio millón de anos y convivieron con los humanos.

 

Nibiru III: La órbita
 

Última entrega sobre Nibiru, el planeta de los Anunnaki, vimos como Zecharia Sitchin interpreta el relato del Enuma Elish. Ahora vamos a analizar sobre que bases Zecharia Sitchin estableció que la órbita de este planeta es de 3,600 años terrestres. En los últimos años, se ha asociado al planeta Nibiru con el 2012, haciéndonos creer que este cuerpo celeste se acercará a la Tierra en los próximos meses causando una catástrofe climática. Esto no es cierto, al menos en la visión de Sitchin. Zecharia Sitchin podría haber calculado con precisión la duración de la orbita de Nibiru (3,600 años). Sin embargo, Sitchin no puede saber, como veremos más adelante, en que año se deben empezar a contar esos períodos orbitales. Por consiguiente, se hace difícil saber con precisión cuando regresará el este planeta al Sistema Solar. Después de leer este artículo usted podrá sacar sus propias conclusiones sobre el regreso de Nibiru.
 

El continuo retorno de Nibiru

Luego de la colisión entre Nibiru y el planeta Tiamat, narrada en el Enuma Elish, el planeta de los Anunnaki podría haberse alejado del Sistema Solar para perderse en el espacio. Sin embargo, según Zecharia Sitchin, no fue así. Las fuerzas gravitatorias que provocaron la colisión entre el planeta de los Anunnaki y el planeta Tiamat, condenaron al primero a un continuo retorno a través de una órbita gigantesca. Sus regresos o acercamientos a la región central del Sistema Solar provocaron torrenciales lluvias e inundaciones en el planeta Tierra. Zecharia Sitchin llegó a esta conclusión al revisar algunas traducciones de textos de origen sumerio que tratan de predecir o profetizar el efecto que tendría el próximo acercamiento del planeta Nibiru en la Tierra y la humanidad. “Si desde la posición de Júpiter, el Planeta (Nibiru) pasa hacia el oeste, habrá un tiempo para morar en la seguridad. La amable paz descenderá sobre la Tierra… Cuando el Planeta del Trono del Cielo crezca en brillo, habrá inundaciones y lluvias… Cuando Nibiru alcance su perigeo, los dioses darán paz; se resolverán los problemas, las complicaciones se aclararán.”
Cuando el texto anterior dice que “si el planeta Nibiru pasa por el oeste de Júpiter habrá tranquilidad”, quizás nos trata de explicar que si el planeta de los Anunnaki no cruza exactamente por la zona del Sistema Solar donde se encuentra la Tierra, no habrán mayores catástrofes. Luego el texto nos advierte que si este planeta se acerca o “crece en brillo” habrán inundaciones y lluvias en la Tierra. La última parte del texto es bastante clara: “cuando Nibiru alcance su perigeo” es decir cuando este planeta se encuentre en el tramo de su órbita más alejado del Sol, entonces “los dioses darán paz, se resolverán los problemas.” Según este texto, la cercanía o lejanía del planeta Nibiru era un asunto de extrema importancia que afectaba las condiciones de vida en la Tierra. Los pueblos de la antigüedad no sólo habrían esperado la llegada periódica del planeta Nibiru sino que también habrían seguido su avance en los cielos como medida de precaución ante las catástrofes que su cercanía provocaba. “La aparición y desaparición periódica del planeta confirma la suposición de su permanencia en órbita solar. En este aspecto, el planeta Nibiru actúa como muchos cometas. Algunos de los cometas conocidos -como el Halley, que se acerca a la Tierra cada 75 años- desaparecían de la vista durante tanto tiempo, que a los astrónomos les resultaba difícil darse cuenta de que se trataba del mismo cometa. Otros de estos cuerpos celestes sólo se han visto en una ocasión para la memoria humana, y se supone que tienen períodos orbitales de miles de años. El cometa Kohoutek, por ejemplo, descubierto en Marzo de 1973, llegó hasta los 120.000.000 kilómetros de la Tierra en Enero de 1974, y desapareció por detrás del Sol poco después. Los astrónomos calculan que volverá a aparecer en algún momento entre los 7.500 y los 75.000 años en el futuro.” Sitchin nos explica que las frecuentes apariciones de Nibiru en los cielos terrestres encontradas en varios textos antiguos, son prueba de que su órbita no puede ser tan grande como la del cometa Kohoutek.

La duración de la órbita de Nibiru

La investigación sobre la duración de la órbita del planeta de los Anunnaki empieza con Beroso, el famoso astrónomo babilonio y está relacionada con una palabra clave: shar. Beroso menciona a diez soberanos caldeos que reinaron en la Tierra por 432,000 años desde que «el reino fue bajado del Cielo» hasta que «el Diluvio barrió la Tierra». Alejandro Polihistor, quien resumió los escritos de Beroso,  escribió: “En el segundo libro estaba la historia de los diez reyes de los caldeos, y los períodos de cada reinado, que sumaban en total 120 shar’s, es decir, 432.000 años; para llegar a la época del Diluvio.” Si Polihistor sostuvo que los diez gobernantes reinaron por 432,000 años o 120 shars, una simple operación matemática nos permite deducir la duración de un shar. 432,000÷120 = 3,600 Un shar dura 3,600 años. Cabe preguntarse ¿de dónde había obtenido Beroso esta información¿ y ¿qué tiene que ver con el planeta Nibiru? En el siglo XIX se comprobó que Beroso no había inventado nada, se basó en una lista de reyes sumerios, conocida como WB 444, que fue la que originó la tradición de los diez gobernantes antediluvianos. Aquí un fragmento. ““Después de que la realeza bajó del cielo, el reino estuvo en Eridug. En Eridug, A.LU.LIM se convirtió en rey; gobernó 28.800 años. A.LAL.GAR gobernó 36.000 años….El divino DU.MU.ZI, Pastor, gobernó 36.000 años…” La lista original de Beroso menciona a varios gobernantes mesopotámicos y detalla la duración milenaria de sus respectivos mandatos.  Tomando en cuenta nuestros cálculos sobre el shar, sabemos que un rey gobernó por 10 shars, otro por 8 y así sucesivamente. El shar era la unidad de tiempo utilizada para medir los reinados en esa época.
Para Sitchin, la relación entre el shar y la órbita de Nibiru es evidente. Si el shar es la unidad de tiempo en la que se medían los reinados hace casi medio millón de años, esos reyes sólo podrían haber sido los Anunnakis del planeta Nibiru, ya que no tenemos ninguna evidencia de civilización humana en aquella época. Los Anunnakis contaban su reinado en orbitas del planeta Nibiru. Entonces, un shar de 3,600 años terrestres es una órbita completa de Nibiru, o simplemente un año Anunnaki.

El año de Nibiru y el año terrestre

Al margen de que un shar sea una órbita completa de Nibiru alrededor de Sol o un año Anunnaki, ¿Cómo podemos explicar reinados de 28,800 años de duración? Sitchin tiene la respuesta. Para él, los reyes Anunnaki mencionados en la lista no cuentan los años de acuerdo a nuestras orbitas sino de acuerdo a las de su planeta de origen, Nibiru. “Nuestro «año» es, simplemente, el tiempo que le lleva a la Tierra completar una órbita alrededor del Sol. Dado que la vida se desarrolló en la Tierra cuando ya estaba orbitando al Sol, la vida en la Tierra sigue el patrón de esta duración orbital. Vivimos tal cantidad de años porque nuestros relojes biológicos están ajustados a tal cantidad de órbitas de la Tierra alrededor del Sol. Existen pocas dudas de que la vida en otro planeta se «temporizaría» en función de los ciclos de ese planeta… ¿Qué ocurre si, como sugerimos, su órbita (Nibiru) alrededor del Sol durara 3,600 años? Entonces 3,600 de nuestros años serían sólo uno en su calendario, y también un solo año en su vida. El tiempo de mandato (reinado) del que hablan los sumerios y Beroso no sería, de este modo, ni «legendario» ni fantástico: sólo habría durado cinco, ocho o diez años de los Anunnaki.” Según Zecharia Sitchin, estos reinados se contaban en shars o orbitas de Nibiru porque siempre empezaban y terminaban con un nuevo acercamiento del planeta de los Anunnaki a la región central del Sistema Solar. Los gobernantes empezaban su reinado con el aterrizaje en la Tierra y lo terminaban con el despegue.
 

Año en el que llegaron los Anunnaki

Según Beroso, entre la llegada del primero de los reyes de la lista y el diluvio universal pasaron 432,000 años o 120 años Anunnaki. Si asumimos que el diluvio sucedió alrededor del 12,000 a.C. podemos entender cuando Sitchin afirma que los Anunnaki llegaron a la Tierra alrededor del 444,000 a.C. Debemos suponer que los Anunnaki tenían, hace medio millón de años, la tecnología para viajar en el espacio. Inclusive si los viajes sólo se realizaron cuando su planeta estaba cerca de la Tierra, necesitarían tecnología para realizar el viaje desde Nibiru hacia la Tierra. 
El próximo regreso del planeta de los Anunnaki Si asumimos que el diluvio fue consecuencia de uno de los acercamientos del planeta Nibiru a la región central del Sistema Solar, podemos calcular sus siguientes periodos orbitales. Si el diluvio ocurrió alrededor del 11,500 a.C., el siguiente paso de este planeta cerca a la Tierra habría ocurrido en el 7,900 a.C., el siguiente en el 4,300 a.C., luego en el 700 a.C., y el próximo acercamiento podría ocurrir en el 2,900 de nuestra era. Para terminar, entremos al terreno de la especulación. Si el diluvio tuvo lugar hacia el 12,500 a.C., Nibiru debió haber pasado cerca de la Tierra en los años 1,900, al no tener registro del evento podríamos concluir que Nibiru no existe. Pero, si el diluvio tuvo lugar en el 12,400 a.C., Nibiru debería pasar cerca de la Tierra entre el 2,000 y el 2,100. El problema radica en que no tenemos una fecha exacta del diluvio universal, y por eso no podemos establecer con exactitud, de acuerdo a la teoría de Sitchin, cuando tendría lugar el próximo acercamiento de Nibiru. Es así como Zecharia Sitchin estableció la duración de la órbita de Nibiru, el planeta de los Anunnaki. En la siguiente entrega analizaremos un misterioso disco sumerio que narra el viaje que realizó el Anunnaki Enlil desde su planeta Nibiru hasta la Tierra.

 

Nibiru IV: La ruta

entrega anterior de esta serie sobre el descubrimiento de Nibiru explicamos como fue que Zecharia Sitchin dedujo la órbita del planeta de los Anunnaki. Ahora, vamos a revisar un extraño disco de origen sumerio, que según Sitchin, describe el viaje espacial que realizaron los Anunnaki desde el planeta Nibiru hasta la Tierra.

La bitácora del viaje de Nibiru a la Tierra

El disco neo-asirio clasificado como K8538 fue encontrado, parcialmente destruido, en la Biblioteca Real de Nínive en Babilonia. Ha sido datado hacia el año 800 a.C. y es aún un enigma para los estudiosos de la cultura sumeria. A lo largo de más de 100 años, diferentes teorías han tratado de explicar su significado y función pero ninguna ha logrado descifrar su misterio de manera concluyente. En 1880,  Bosanquet y Sayce sostuvieron que el disco podía haber sido usado como un calendario, y que los nombres de muchas estrellas y constelaciones indicaban su carácter astronómico. Luego, en 1915, Ernst Weidner propuso que era un objeto mágico usado para realizar exorcismos.  Más de cincuenta años después, Johannes Koch sostuvo que era un instrumento utilizado para medir la aparición de algunas constelaciones en el cielo. En el 2008,  Alan Bond y Mark Hempsell sostuvieron que el disco era la copia de un diario sumerio que relataba la noche en la que un meteorito, cerca al año 3,123 a.C., impactó la Tierra. Su trabajo se basó en la interpretación lingüística de las inscripciones que aparecen a lo largo de las líneas que se desprenden del centro del disco. Pese a todas las teorías citadas, el disco o planisferio K8538 sigue siendo uno de los documentos sumerios/neo-asirios más desconcertantes y aún no se conoce, con certeza, su función o significado. Para Zecharia Sitchin, el disco es la bitácora de vuelo de la primera expedición Anunnaki , enviada desde Nibiru al planeta Tierra. Esta misión habría estado a cargo del comandante Enlil y se habría realizado aprovechando uno de los acercamientos del planeta Nibiru a la región central del Sistema Solar.
Revisemos la teoría de Sitchin: El disco está dividido en varias partes que son determinadas por las líneas que se desprenden de su centro. Sitchin centra su análisis en uno de esos segmentos que podemos apreciar en detalle en la imagen de arriba. Como se puede observar, el segmento tiene dos líneas rectas. A lo largo de esas líneas podemos ver varias inscripciones. Estas inscripciones han sido interpretadas como textos neo-asirios pues el disco ha sido datado hacia esa época. Sin embargo, Zecharia Sitchin sostiene que el disco es una copia de un original sumerio mucho más antiguo y que las inscripciones deben ser interpretadas en ese contexto. Sitchin no es el único que piensa así. Bond y Hempsell, en su estudio del 2008, asumieron también que esas inscripciones fueron hechas, originalmente alrededor del 3,100 a.C. y tienen que ser traducidas en ese contexto. Lo que encuentra Sitchin, al interpretar estas inscripciones como palabras silábicas sumerias, es que los textos cobran sentido y se revelan como una hoja de ruta estelar o el mapa de un viaje interplanetario. De acuerdo con sus hallazgos, este disco describe la ruta que siguió el Anunnaki Enlil para entrar al Sistema Solar y aterrizar en el planeta Tierra. Veamos algunas de las inscripciones. na na na na a na a na un (a lo largo de la línea superior), sha sha sha sha sha sha (a lo largo de la circunferencia de la izquierda), sham sham bur kur Kur (a lo largo de la línea inferior) Por ejemplo, en la línea inferior que apreciamos en la ilustración de arriba, Sitchin traduce las palabras silábicas sumerias como “cohete cohete”, “remontar”, “montaña montaña”. Sitchin nos explica: “Lo que se nos revela aquí es un mapa de ruta que marca el camino por el cual el dios Enlil «iba por los planetas», acompañado por algunas instrucciones de funcionamiento. La línea inclinada a 45 grados parece indicar la línea de descenso de la nave espacial desde un punto que está «alto alto alto alto», a través de «nubes de vapor» y una zona inferior en la que no hay vapor, hacia el punto del horizonte, donde los cielos y el suelo se encuentran. En los cielos cercanos a la línea horizontal, las instrucciones a los astronautas cobran sentido: se les dice «preparen preparen preparen» sus instrumentos para la aproximación final; después, cuando se acercan al suelo, los «cohetes, cohetes» se encienden para detener la nave que, según parece, se elevaría («remontar») antes de alcanzar el punto de aterrizaje, dado que tenía que pasar por encima de terrenos altos o escabrosos («montaña montaña»). La información que nos proporciona este segmento pertenece, claramente, a un viaje espacial del mismo Enlil. “interior del segmento de la imagen de arriba, podemos observar un triángulo en la parte derecha del segmento y una especie de punta en la parte izquierda. Estas dos figuras están unidas por un par de líneas rectas. Una de esas líneas tiene una inscripción a lo largo de su recorrido. Según Sitchin esa inscripción afirma con claridad que el dibujo muestra cómo “la deidad Enlil iba por los planetas”. En su visión,  el mapa se lee de izquierda a derecha. Las dos líneas que conectan al triángulo de la derecha con la punta de la izquierda señalan la ruta del viaje de Enlil. La punta de  la izquierda representa las partes exteriores del Sistema Solar,(desde donde vendría Nibiru) y el destino del viaje está a la derecha, en la punta del segmento del disco.

Zecharia Sitchin continúa con su interpretación: “El triángulo de la izquierda, que aparece con la base abierta, se parece a un conocido signo de la escritura pictográfica de Oriente Próximo; su significado se puede interpretar como «el dominio del soberano, el país montañoso». El triángulo de la derecha viene identificado por la inscripción shu-ut il Enlil («Camino del dios Enlil»); este término, como ya sabemos, identifica a los cielos septentrionales de la Tierra. La línea angulada, por tanto, conecta lo que creemos que debió ser el Duodécimo Planeta (Nibiru)-«el dominio del soberano, el país montañoso»- con los cielos de la Tierra.”  Si observamos con detalle veremos que sobre la línea recta que une los triángulos aparecen dos nombres: DILGAN y APIN. La interpretación de Sitchin establece que DILGAN significa “la primera estación” y APIN significa “donde es establece el curso correcto”. Son puntos de referencia en el viaje que podrían haber servido a los Anunnaki para establecer el curso de sus naves. De acuerdo con la teorías de Thompson y Epping que identifican la palabra APIN con el planeta Marte, Zecharia Sitchin propone que DILGAN (“la primera estación”) sería el planeta Júpiter y que APIN (“donde se establece el curso correcto”) el planeta Marte. Para confirmar que los nombres y la representación de los planetas en el disco corresponden al papel que jugaban en el viaje de los Anunnaki desde Nibiru, Sitchin nos pide observar los siete puntos que aparecen debajo de una de las líneas que une a los dos triángulos. Para él, estos siete puntos representan a los siete planetas que alguien se encontraría si viajara desde las afueras del Sistema Solar hacia la Tierra. Esto cobra sentido cuando recordamos que, según Sitchin, los sumerios consideraban a Plutón como un planeta más del Sistema Solar.
Más aún, para Sitchin, los 4 puntos que aparecen en la punta del triángulo de la derecha representan los cuatro planetas restantes del Sistema Solar. Recordemos que según las teorías de Zecharia Sitchin, los sumerios contaban a doce cuerpos celestes en el Sistema Solar incluyendo al Sol, a la Luna, a Plutón y al planeta Nibiru. Por eso Nibiru es también llamado el “12avo planeta”. En este enlace se explican, en detalle, las ideas de Sitchin sobre los planetas que conocían los sumerios. Zecharia Sitchin interpreta las segmentos restantes del disco sumerio. “En el resto de segmentos no deteriorados de la tablilla, se hace evidente también que nos encontramos ante un mapa del espacio y un manual de vuelo… En el cuarto segmento, que tiene lo que parecen ser indicaciones sobre cómo establecer el destino de uno en función de cierto grupo de estrellas, la línea de descenso se identifica, concretamente, con la línea de horizonte: la palabra cielo se repite once veces bajo la línea. ¿Acaso este segmento no representará una fase del vuelo cercana a la Tierra, cercana al lugar de aterrizaje? Éste podría ser, de hecho, el sentido de la leyenda que aparece sobre la línea horizontal: «colinas colinas colinas colinas cima cima cima cima ciudad ciudad ciudad ciudad». … Si, como parece ser el caso, los segmentos se disponen en una secuencia de aproximación, uno casi puede compartir la excitación de los Anunnaki cuando se acercaban al espacio-puerto de la Tierra.” Sitchin, inclusive identifica el segmento que podemos apreciar en la imagen de abajo como una guía para preparar el regreso de los Anunnaki al planeta Nibiru. “El octavo y último segmento, sin embargo, está casi completo. Las líneas direccionales, las flechas y las inscripciones marcan un sendero entre dos planetas. Las indicaciones de «remontar montaña montaña», muestran cuatro grupos con cruces, donde pone dos veces «combustible agua grano» y dos veces «vapor agua grano». ¿Sería en este segmento donde se hablaría de la preparación para el vuelo hacia la Tierra, o trataría del abastecimiento para el vuelo de regreso al Duodécimo Planeta? Quizás se tratase de lo último, pues la línea con la flecha puntiaguda que apunta hacia el lugar de aterrizaje en la Tierra tiene, en su otro extremo, otra «flecha» apuntando en dirección opuesta, y con la leyenda «Regreso».” disco K8538 es, como afirma Sitchin y otros investigadores, una copia posterior de un original sumerio escrito alrededor del  3,100 a.C., sería entonces un objeto único que probaría el conocimiento astronómico de la civilización sumeria. La mayoría de textos sumerios que conocemos de esa época son listas de objetos que presentan una incipiente escritura. La repetición de palabras y la ausencia de frases en las inscripciones del disco pueden ser evidencia de un nivel de escritura sumeria incipiente. Si suponemos que fueron los Anunnaki quienes transmitieron el lenguaje, la escritura y otros conocimientos a los sumerios, ¿Por qué escribirían una hoja de ruta de manera tan primitiva usando sólo repeticiones de palabras y sin ninguna frase? Por otro lado, ¿Qué interés podrían tener los Anunnaki en transmitirle este tipo de información “confidencial” sobre como viajar por el Sistema Solar a los sumerios? Si uno de los humanos robaba una nave Anunnaki y conocía la ruta a seguir para llegar a Nibiru o simplemente para salir del Sistema Solar, podría poner en peligro su operación. Claro está, asumiendo que sabía como conducir las naves de Anunnaki, lo cual no es evidente. Para Los Divulgadores, este disco no es la hoja de ruta original de los Anunnaki sino una deformación de la misma. No fue escrito por ningún Anunnaki, prueba de ello es el primitivo nivel de escritura que encontramos en el texto. Podría más bien tratarse de un texto escrito por un astrónomo sumerio que tuvo acceso a una hoja de ruta Anunnaki y decidió copiarla a escondidas. Quizás, la hoja de ruta original Anunnaki contenía instrucciones más precisas pero el astrónomo sólo copió lo que entendió. Tambien podría ser que un renegado Anunnaki, como Ningishzida que advirtió del diluvio a Ziusudra, le hubiera transmitido esta información a algún humano con el fin de que algún día pudiera utilizar alguna nave para viajar a Nibiru. Probablemente, el humano escribió lo que escuchó, usando las palabras que conocía.

Variedad  de teorías que existen sobre el disco K8538 muestran que el abanico de posibilidades para la interpretación de los textos de la cultura sumeria es muy grande y que, hasta ahora, nadie tiene la última palabra. En la próxima y última entrega de esta serie revisaremos las posibilidades de la existencia de Nibiru a la luz de algunos descubrimientos y nuevas teorías.

Nibiru V: La búsqueda
 

Esta última entrega de nuestra serie sobre Zecharia Sitchin y el descubrimiento de Nibiru contaremos la historia de la búsqueda del planeta Nibiru y analizaremos las posibilidades reales de la existencia de este planeta. Cuando Zecharia Sitchin publicó su primer libro sobre los Anunnaki y Nibiru en 1976, la búsqueda del planeta perdido de nuestro Sistema Solar ya tenía casi cien años. Si bien los trabajos de Zecharia Sitchin sobre la astronomía sumeria nos presentan sólidos argumentos para establecer la existencia de Nibiru, se hace necesario revisar las teorías de Sitchin a la luz de algunos descubrimientos científicos y otras investigaciones.

La órbita gigante de Nibiru

Según las investigaciones de Zecharia Sitchin la órbita de Nibiru es de 3,600 años. La pregunta que cabe hacerse es ¿existe algún planeta en el Sistema Solar que tenga una órbita tan grande? La órbita más larga de los planetas “oficiales” del Sistema Solar pertenece a Neptuno y dura 165 años terrestres. Si bien en una entrega anterior vimos que el cometa Kohoutek tiene una órbita de 75,000 años, se hace necesario  investigar si existe algún otro cuerpo celeste con un recorrido similar en las cercanías del Sistema Solar. Existe y se llama, Sedna. Revisemos el caso del planeta Sedna porque es un antecedente importante que refuerza la posibilidad de la existencia del planeta Nibiru. Sedna fue descubierto en el 2003, y tiene una órbita de 10,500 años, casi el triple de la que propone Sitchin para el planeta Nibiru. El astrónomo Michael Brown del Instituto Tecnológico de California, uno de sus descubridores, declaró que este planeta era el lugar más frio y lejano del Sistema Solar. Por esto lo bautizó con el nombre de Sedna, una de las diosas principales de la mitología esquimal. En el 2012, Sedna se encuentra a una distancia tres veces más lejana del Sol que Neptuno. Según Michael Brown, si alguien estuviera, en este momento, en la superficie del planeta Sedna, una cabeza de alfiler sería suficiente para bloquear la luz del Sol.

El planeta Sedna es ligeramente más pequeño que Plutón y su órbita no transcurre en el mismo plano que la mayoría de planetas del Sistema Solar porque está inclinada 17 grados sobre la eclíptica. La eclíptica es el plano en el que orbitan la mayoría de planetas del Sistema Solar en relación al Sol. El ex-planeta Plutón es uno de los pocos que orbita en un plano diferente al del eclíptica, con un ángulo de inclinación de 17 grados. Esos 17 grados de inclinación sobre la eclíptica y su lejanía del Sol, fueron los motivos por los que Plutón no fue descubierto sino hasta el año 1930. Lo mismo sucedió con Sedna, que tiene una inclinación de 11 grados sobre la eclíptica del Sistema Solar y no fue descubierto hasta el 2003. La conclusión es simple: si un planeta tiene una órbita de miles de años de duración con una inclinación pronunciada sobre el plano de la eclíptica del Sistema Solar, como podría ser el caso de Nibiru,  este será más difícil de descubrir. Además, para poder descubrir un planeta lejano los astrónomos necesitan observar detenidamente a la estrella o Sol del sistema donde se encuentra el planeta. Si observando la estrella ven que su luz disminuye momentáneamente, entonces pueden inferir que su luz disminuyó porque un planeta cruzó entre la estrella y nosotros, bloqueando temporalmente su luz. Es así como se descubrió el planeta que hoy tiene más posibilidades de albergar vida, el famoso Gliese 581c. Esta técnica de descubrimiento de planetas depende tanto de la interpretación de los valores numéricos relacionados a la disminución en la luz de las estrellas que aún existe un debate sobre si Gliese 581c existe o no. Para algunos es un planeta, para otros es un error de cálculo. Entonces, si Nibiru orbitara, aproximadamente, dos veces más lejos del Sol que Neptuno y tuviera un ángulo de inclinación de más de 30 grados sobre la eclíptica del Sistema Solar, identificarlo puede ser una tarea casi imposible.

Existen varias teorías sobre el origen de la extraña órbita planeta Sedna: el planeta podría haber caído en esa órbita como consecuencia del paso de una estrella cercana, podría haber pertenecido originalmente a otros sistema y haber sido capturado por las fuerzas gravitacionales de nuestro Sistema Solar, o como propone Michael Brown podría ser la evidencia de la existencia de un planeta desconocido más allá de la órbita de Neptuno. “No hay forma de que Sedna esté donde está. Nunca está tan cerca como para ser afectado por el Sol, pero tampoco está lo suficientemente lejos del Sol como para ser afectado por otras estrellas.” Esta última hipótesis sobre la posibilidad de que exista un planeta escondido en los confines del Sistema Solar es más antigua que las teorías de Zecharia Sitchin sobre Nibiru.

Nibiru y el “Planeta X” Desde el siglo XIX, los científicos habían detectado algunas anomalías inexplicables en la órbita de Urano. El descubrimiento de Neptuno fue consecuencia de la búsqueda a una respuesta para estas irregularidades y fue la primera vez que un planeta fue descubierto a través de predicciones matemáticas en lugar de observaciones empíricas. Pero el descubrimiento de Neptuno de 1846 no fue suficiente para explicar todas las irregularidades observadas en la órbita de Urano. Los astrónomos observaron otras irregularidades sin explicación aparente en la órbita del mismo Neptuno. Se especuló que podría existir otro planeta más allá de la órbita de Neptuno. El astrónomo Percival Lowell (1855-1916) pasó a la historia por afirmar que había observado una red de canales en la superficie del planeta Marte, supuestamente construidos por los habitantes del planeta rojo.Pero eso no fue lo unico que hizo Lowell, él también sostuvo que las irregularidades en las órbitas de Urano y Neptuno tendrían sentido si existiera un planeta gigante desconocido. Lowell dedicó la última parte de su vida a la búsqueda de este planeta y lo bautizó como el “Planeta X”. Según Lowell, los planetas Urano y Neptuno fueron desplazados de sus órbitas originales a causa de la gravedad producida por el “Planeta X”.

Desde ese entonces, el “Planeta X” ha sido incorporado irresponsablemente a la búsqueda de Nibiru como si se tratara del mismo planeta. Lo cierto es que no tenemos ninguna evidencia de que Nibiru sea el “Planeta X” que Lowell estaba buscando. Hasta donde sabemos puede serlo o no. Para implementar su búsqueda del “Planeta X”, Lowell construyó un observatorio espacial en Arizona. Catorce años después de su muerte, uno de los astrónomos que trabajaban en el observatorio descubrió, cerca de la posición en la que Lowell esperaba encontrar al “Planeta X”,  al planeta Plutón.

Desde ese entonces, el “Planeta X” ha sido incorporado irresponsablemente a la búsqueda de Nibiru como si se tratara del mismo planeta. Lo cierto es que no tenemos ninguna evidencia de que Nibiru sea el “Planeta X” que Lowell estaba buscando. Hasta donde sabemos puede serlo o no. Para implementar su búsqueda del “Planeta X”, Lowell construyó un observatorio espacial en Arizona. Catorce años después de su muerte, uno de los astrónomos que trabajaban en el observatorio descubrió, cerca de la posición en la que Lowell esperaba encontrar al “Planeta X”,  al planeta Plutón.

Nibiru, Sitchin y Robert Harrington

En los años ochenta, los astrónomos Robert Harrington (1942-1993) y Tom Van Flandern (1940-2009) del Observatorio Naval de los Estados Unidos de Norteamérica continuaron con la investigación de Lowell . La NASA, en 1982, anunció que uno de los objetivos de su telescopio espacial IRAS sería la búsqueda del esquivo “Planeta X”. El equipo de Robert Harrington propuso que si el “Planeta X” existía, debería encontrarse en la región de Escorpio o en la de Tauro. En 1988, el Dr. Harrington llegó incluso a publicar una investigación sobre la ubicación del “Planeta X”. El equipo de Harrington creía que el “Planeta X” era cinco veces más grande que la Tierra y que estaba tres veces más lejos del Sol que Plutón. Por su parte, el astrónomo Tom Van Flandern propuso que un planeta con una masa de dos a cinco veces la de la Tierra podría explicar las irregularidades observadas en las órbitas de Urano y de Neptuno, pero sólo si estuviera ubicado, cincuenta o cien veces más lejos del Sol que la Tierra. La órbita que Van Flandern propuso para el “Planeta X” era de 500 a 1,000 años.
Algunas notas de prensa publicadas durante los años ochenta se usaron y siguen siendo usadas como el arma principal de los defensores de la existencia de Nibiru. Uno de estos reportes publicado en el año 1983 sostenía que se había encontrado un cuerpo celeste tan grande como el planeta Júpiter en la constelación de Orión: “Un cuerpo celeste tan grande como Júpiter y posiblemente tan cerca de la Tierra como para ser parte del Sistema Solar, ha sido encontrado en dirección a la constelación de Orión por el telescopio espacial infrarrojo IRAS. Este objeto es tan misterioso que los astrónomos no saben si es un planeta, un cometa gigante, una proto-estrella que nunca se calentó lo suficiente como para convertirse en una estrella, una galaxia distante tan joven que aún está en el proceso de formar sus primeras estrellas o una galaxia tan envuelta en polvo cósmico que la luz que emiten sus estrellas es imposible de percibir.’ Todo lo que puedo decirles es que no sabemos lo que es’ declaró Gerry Neugebauer, jefe científico del IRAS.” La noticia, misteriosamente, no siguió desarrollándose en los medios de comunicación, y fue progresivamente relativizada y minimizada hasta desaparecer de la cobertura mediática. La nota de prensa anterior y la investigación publicada por Harrington provocaron que Zecharia Sitchin y muchos defensores de la existencia de Nibiru sostuvieran, en ese entonces, que el planeta Nibiru o el “Planeta X” había sido descubierto. Esto está muy lejos de la realidad. El texto de la nota de prensa denota que lo que descubrieron los astrónomos del IRAS puede ser desde un asteroide gigante hasta una extraña galaxia. No tiene que ser necesariamente un planeta. Por otro lado, los estudios de Harrington y de Van Flandern se basaron en datos recogidos a lo largo de varios siglos que no han sido verificados. Además, algunos científicos sostienen que las anomalías en las órbitas de Urano y Neptuno son extremadamente pequeñas. Inclusive, un grupo de astrónomos del Laboratorio de Propulsión de Jets (JPL) propuso que los datos en los que se basaron Harrington y Van Flandern sugerían irregularidades en las órbitas de la mayoría de planetas del Sistema Solar. Las hipótesis de Van Flandern y Harrington no pueden ser descartadas totalmente ni presentadas como evidencia concluyente. Las investigaciones de ambos científicos deben de ser tomandas en cuenta y analizadas con la ayuda de las nuevas tecnologías.

Nibiru y Némesis o el segundo Sol del Sistema Solar

Una segunda hipótesis incorporada, ingenuamente o a propósito, a las investigaciones sobre la existencia del planeta Nibiru, es la de Némesis o el segundo Sol de nuestro Sistema Solar. Los nuevos telescopios, en los últimos años, han revelado que una cantidad considerable de sistemas solares tiene dos estrellas o “dos soles”.  La mayor parte de estrellas vienen en pares y nuestro Sol no tendría porque ser la excepción. En 1984, luego de una serie de investigaciones,  algunos científicos propusieron que nuestro Sistema Solar pudo haber tenido un segundo Sol en el pasado, y lo llamaron Némesis. La teoría de Némesis fue reforzada por los paleontólogos David Raup y John Sepkoski de la Universidad de Chicago. Estos científicos se dieron cuenta que las extinciones mayores ocurridas en el planeta Tierra mostraban, de acuerdo con el registro de fósiles, un patrón. Nuestro planeta enfrenta un período de muerte y destrucción cada 26 a 30 millones de años.  Esos períodos de destrucción serían producidos por los acercamientos del Némesis de nuestro Sol a nuestro sistema planetario. Uno de los acercamientos de Nemesis habría provocado la extinción de los dinosaurios. La destrucción estaría causada por la fuerza gravitacional que la enorme masa del gigantesco Némesis ejercería en nuestro planeta. Hasta el día de hoy, no tenemos ninguna prueba contundente que apoye la existencia de un segundo Sol en nuestro sistema planetario. Sin embargo, algunos telescopios de la NASA, como el WISE, lo siguen buscando y deberían terminar sus análisis a mediados del 2012. El “Planeta X”, Nemesis y Nibiru son tres casos diferentes que deben de ser estudiados por separado. El problema es que muchos investigadores, en su afán por defender la existencia de Nibiru, han mezclado y siguen mezclando irresponsablemente todas estas teorías. Lamentablemente, esto no provoca más que confusión y contribuye a la desinformación generalizada que existe sobre los Anunnaki y el planeta Nibiru.
La existencia de Nibiru, el “Planeta X”, o la de Némesis son hipótesis que merecen investigarse en detalle a través de un esfuerzo multidisciplinario. Lo que tenemos hasta ahora, son sólo indicios que deberían señalar el camino para próximas investigaciones. Finalmente,  el planeta Sedna es la prueba más importante para defender la posibilidad de la existencia de Nibiru con su gigantesca órbita de 3,600 años. En una próxima serie de entregas revisaremos en detalle teorías de diferentes investigadores como Richard C. Hoagland, Richard A.Day y Michael Tellinger, entre otros, que revelan interesantes posibilidades sobre la existencia de Nibiru.

 

¿Nibiru al descubierto?

Nibiru ha vuelto a ocupar las primeras planas de foros, blogs y algunos sitios web de noticias. El culpable de la resurrección de Nibiru es un estudio realizado por Rodney Gomes, astrónomo del Observatorio Nacional de Brasil, según el cual un planeta desconocido para los humanos podría estar orbitando escondido en los límites del Sistema Solar. El estudio realizado por Rodney Gomes fue presentado el martes 15 de mayo (2012) en una reunión de la Sociedad Astronómica Americana en Oregon, Estados Unidos: “Demasiado lejos para ser fácilmente visto por nuestros telescopios, el probable planeta aún no visto parece hacer sentir su presencia alterando las órbitas de los cuerpos celestes del cinturón de asteroides de Kuiper.” declaró Rodney Gomes. Para entender la teoría de Gomes necesitamos comprender qué es y dónde se ubica el cinturón de Kuiper.

¿Nibiru en el Cinturón de Kuiper? El Cinturón de Kuiper, también conocido como Cinturón de Edgeworth-Kuiper, es un grupo de pequeños cuerpos celestes, agrupados en forma circular, que orbitan alrededor del Sol más allá de la órbita de Neptuno.  El cinturón de Kuiper está formado por cuerpos de hielo volátiles compuestos de agua, metano y amoníaco. Se cree que estos objetos son los remanentes del proceso de formación del Sistema Solar. En el Cinturón de Kuiper existen más de 70,000 objetos de más 100 km de diámetro, entre ellos se encuentran los planetas enanos Plutón, Haumea y Make Make.

El astrónomo Rodney Gomes analizó las órbitas de 92 objetos del Cinturón de Kuiper para determinar si estas tienen una explicación científica de acuerdo a los planetas que conocemos en el Sistema Solar. Gomes encontró seis objetos cuyas órbitas no se pueden explicar de acuerdo a las leyes gravitacionales y a los planetas que conocemos: “Lo intrigante es que alrededor de media docena de objetos del Cinturón de Kuiper, entre ellos el lejano planeta enano conocido como Sedna, tienen órbitas extrañas comparadas con las órbitas que deberían tener basándonos en los modelos existentes del Sistema Solar.” Estas órbitas, según Gomes, fueron provocadas o alteradas por un planeta que orbita alrededor del Sol y que aún no conocemos.

Seis órbitas inexplicables La explicación más probable para las extrañas órbitas de estos objetos celestes es la existencia de un planeta desconocido que orbita muy lejos del Sol pero con una masa tan grande que es capaz de producir efectos gravitacionales en estos objetos del Cinturón de Kuiper. El astrónomo brasileño explicó que en las simulaciones de las órbitas de estos seis objetos que se realizaron sin incluir a un planeta adicional los objetos no presentaron la órbita que tienen actualmente. Para Gomes, esta es la prueba de que existe un planeta desconocido orbitando más allá de Neptuno. Estas órbitas serían la prueba de la influencia de este planeta porque aunque no lo podamos ver podemos registrar los efectos de su presencia.

Basándose en sus cálculos, Gomes especula sobre las dimensiones y ubicación de este planeta. La primera posibilidad es que este planeta sea cuatro veces más grande que la Tierra, casi del tamaño de Neptuno, y orbite a 140 billones de millas del Sol. Es decir, 1,500 veces más lejos del Sol que la Tierra. La segunda posibilidad es que el planeta sea del tamaño de Marte y orbite a 135 billones de millas del Sol. Las dos posibilidades producirían los efectos gravitacionales necesarios para explicar las extrañas órbitas de los seis objetos estudiados en el Cinturón de Kuiper.

Atrapado por el Sol Rodney Gomes también trata de explicar los orígenes de este planeta. El planeta desconocido podría haber sido expulsado de su propio sistema estelar y luego, debido a la fuerza gravitacional de nuestro Sol, haber caído en nuestro Sistema Solar; o el planeta podría haber sido parte original de nuestro Sistema Solar y habría sido expulsado posteriormente a causa de las fuerzas gravitacionales de los demás planetas. Sobre la posibilidad de localizarlo, Gomes sostiene que es muy difícil porque sus cálculos no dan información suficiente sobre su ubicación especifica y los astrónomos no tienen como determinar donde empezar la búsqueda. Para algunos colegas de Gomes, como Rory Barnes, este estudio no presenta pruebas suficientes para afirmar que existe un planeta más en el Sistema Solar pero sí nos muestra el camino para encontrarlas: “Gomes ha establecido una forma de determinar cómo ese planeta podría haber esculpido parte de nuestro Sistema Solar. Sí, la evidencia no existe todavía, pero yo creo que el punto más importante es que Gomes nos ha mostrado que hay formas de encontrar esa evidencia.”

Hal Levinson, un astrónomo del Instituto de Investigación del Sudeste en Colorado, dice que no sabe que deducir de los hallazgos de Gomes: “Me sorprende que un cuerpo celeste tan pequeño como Neptuno pueda tener los efectos que Gomes observa pero yo conozco a Rodney y estoy seguro que hizo los cálculos correctamente.” ¿Podríamos estar frente a un indicio de la existencia de Nibiru? No lo creo.

La terrible sombra de Nibiru Lo cierto es que Nibiru se ha convertido en el nombre de turno para cualquier objeto celeste desconocido y esto más que apoyar el estudio serio de las teorías de Zecharia Sitchin las caricaturiza. Nibiru es, fundamentalmente, el nombre que Sitchin ha considerado más apropiado para denominar al planeta de los Anunnaki basándose en su interpretación de las tablillas y sellos cilindro sumerios. La característica que comúnmente utilizamos para determinar si un cuerpo celeste puede ser considerado como el planeta Nibiru es su larga órbita de 3,600 años. Cualquier planeta cercano al Sistema Solar con una órbita que tenga alrededor de 3,000 años de duración es un posible Nibiru. Si bien Zecharia Sitchin se atrevió a calcular la órbita de Nibiru (3,600 años) e incluso propuso que esta tiene una inclinación sobre la elíptica del Sistema Solar, esto no es la piedra angular de la investigación y no debería ser el detalle que nos permita discernir si un cuerpo celeste es el planeta Nibiru.

Al ritmo que avanza la astronomía, en los próximos veinte años podríamos encontrar diez nuevos planetas en los extramuros del Sistema Solar que podrían ser considerados como Nibiru. Es más, el mismo planeta Sedna con su órbita de 10,500 años podría ser Nibiru. Finalmente, 3,600 por tres es 10,800 y Sitchin podría haberse equivocado por unos cuantos miles de años. No estoy afirmando que Nibiru no existe. Simplemente no tenemos como determinar si alguno de los planetas que detectamos en los límites del Sistema Solar es el planeta Nibiru. Hasta dónde sabemos, el probable planeta Nibiru podría estar deshabitado. En ese caso, la única forma de confirmar que estamos ante el planeta de origen de los Anunnaki sería esperar cientos de años hasta que este planeta se acerque al centro del Sistema Solar si es que su órbita lo trae a nuestra vecindad cósmica. En todo caso, al margen de que el posible planeta Nibiru esté cerca o lejos de nosotros, tendríamos que enviar una nave para explorar su superficie en busca de restos de civilización, específicamente restos de los Anunnaki. Ahora, si el probable planeta Nibiru estuviera poblado por seres extraterrestres podríamos enviar un mensaje de radio para tratar de comunicarnos con ellos. Estos seres podrían confirmar que son los Anunnaki que crearon a la humanidad y convivieron con los sumerios, podrían revelarse como representantes de otra raza extraterrestre o podrían no respondernos dejándonos sumidos en el silencio estelar.

Siendo realistas, estamos muy lejos de poder llegar a la verdad sobre el planeta Nibiru. Por ahora, la búsqueda de los huellas de los Anunnaki en las civilizaciones antiguas terrestres se nos presenta como la posibilidad más cercana para confirmar las teorías planteadas por Zecharia Sitchin. Lo importante es que estudios como el de Rodney Gomes nos muestran que la astronomía permanece, como una de las pocas disciplinas científicas en las que aún no se respira ese aire enrarecido que expelen las verdades que han permanecido resguardadas en la fortaleza del paradigma de turno. No se trata de encontrar al planeta Nibiru sino de ser capaces de aceptar la posibilidad de que quizás la historia del Sistema Solar y de nuestro planeta sea más extraña de lo que creemos y estar dispuestos a replantearla frente a los nuevos hallazgos sin prejuicios ni limitaciones.

 

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